Te has puesto a pensar en cuántas veces has hecho algo malo y tuviste que pedir disculpas?
En el jardín de niños y en las escuelas, cuando hay una pelea entre ciertos compañeros de clase, lo más común que se suele ordenar es a que se den un abrazo y el culpable le pida las disculpas al lastimado. Miren la palabra en negrita: ORDENAR.
Desde pequeños nos automatizan a pedir disculpas cuando hemos cometido alguna mala acción, mas a pesar que esta no sea la intención, terminan por hacer que las disculpas se vuelvan algo frías y ya predeterminadas. Haces algo malo, y lo primero que piensas en hacer es ir hacia esa persona y pedirlas. Lo malo es que nos predeterminan a hacerlo, y muchas veces esas disculpas no vienen de corazón.
Si alguien pide disculpas es porque está realmente arrepentido, no por el simple hecho de haber cometido una mala acción y porque nos dicen que hicimos mal vamos y pedimos disculpas.
No, no, no.
Las disculpas vienen desde lo profundo del corazón, con este realmente arrepentido y con ganas para hacer de esta una relación verdadera, indestructible, y forjada en buenas bases.
Si alguien pide disculpas es porque está realmente arrepentido, no por el simple hecho de haber cometido una mala acción y porque nos dicen que hicimos mal vamos y pedimos disculpas.
No, no, no.
Las disculpas vienen desde lo profundo del corazón, con este realmente arrepentido y con ganas para hacer de esta una relación verdadera, indestructible, y forjada en buenas bases.
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