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lunes, 20 de agosto de 2012

So what.

Estás caminando por la calle, con el alma destrozada, en un estado vahído, a punto de caer en el vértigo y con el malestar más grande que existe.
Comienzas a darte cuenta que tus problemas son más profundos de lo que esperabas y las palabras que te puedan alentar son insuficientes; nada te llena, todo resbala por tu oleosa alma. Tu autoestima no está en el mejor de sus momentos y caes en una depresión que quieres ocultar de los demás.
Decides caminar más rápido; trotas; corres; haces lo posible por llegar a tu hogar por la vía accesible más rápida que puede haber.
Llegas, vas a tu habitación y no sabes qué hacer. Quieres pedir ayuda pero no puedes. Sientes que todos se van, que nadie te entiende, que nadie puede apoyarte. Intentas escribir pero no sale nada. Sabes que es la única vía de salir de esta despiadada y estúpida realidad. Te das cuenta de lo lacerante que puede llegar a ser la vida, y sueltas una grosería; quieres mandar a todos a la mierda, quieres desahogarte con el primer estúpido que se te cruce en el camino. Te encierras en el baño, quieres destrozarlo todo, romper el espejo, ver tu reflejo en pedazos y reflejar así lo que sientes. Vas a tu habitación, quieres escribir para no gritar, gritar para no llorar, llorar para tan solo no guardarte ese volcán de sentimientos dentro de ti, empiezas a recordar y en medio de todo una lágrima sale.
Ya no puedes más, rompes en llanto; lloras y lloras.
Despiertas por la mañana con los gritos de mamá, entras a la ducha, te vistes rápidamente e intentas olvidar lo que pasó en la noche anterior. Cae una lágrima pero intentas ser fuerte, necesitas ir a la escuela. Bajas por las escaleras, te caes en el apuro pero debes levantarte. Te levantas y te secas las lágrimas. Llegas al auto que te está esperando, entras por la puerta y esperas. Llegas al colegio, hablas y aunque quieres ocultar tu dolor este te traiciona y sale a flote; llegas a casa y aquí estás nuevamente, escribiendo para no gritar, gritando para no llorar.
Quieres calmarte y vas para la casa de tu mejor amigo; te duchas y llegas a tu habitación, te vistes casualmente y le dices a tu madre que irás al instituto. Terminas de escribir y cierras el ordenador, quieres ir a un lugar donde te puedan entender, sientan tu tristeza y te den un abrazo para calmar tu dolor. Crees que el lugar más indicado son los brazos de tu amigo especial. Vuelves a romper llanto, golpeas la pared, te diriges a la puerta y das un enter para publicar una entrada más. Sigues llorando y solo esperas llegar allá, para esperar qué puede pasar.

Walther Adkins.

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